sábado, 19 de enero de 2019

Puente a la eternidad


Había una vez una joven romana llamada Flavia Agripina que vivía en la región romana de Lusitania, en la actual población de Alcántara.


Flavia era hija de Tiberio Claudio, centurión retirado que había comandado uno de los ejércitos de la conquista de Hispania. En recompensa por sus logros, el emperador le concedió extensas tierras que se extendían desde la actual Alcántara hasta las dehesas de Caurium (actualmente Coria).


Tiberio Claudio, agradecido, aportó grandes rentas a la construcción del famoso puente de Alcántara, para glorificar el imperio y que su grandeza trascendiera más allá del tiempo, con una obra de ingeniería que se consideró eterna. 


Y cuando murió, dejó a la bella Flavia una misión: utilizar su gran herencia para comprar un conjuro druídico que le permitiera viajar al futuro y así comprobar la permanencia de su puente, y con ello de su memoria como benefactor.


Flavia Agripina bebió el brebaje que le facilitó el druida y apareció en un pueblo extraño, del todo desconocido para ella.


Habló con la gente del lugar, a los que apenas entendió porque hablaban un lenguaje extraño con reminiscencias del latín del imperio, y estos le explicaron que aquello era la Alcántara del siglo XXI.


Y le enseñaron sus iglesias con arte románico, sus palacios renacentistas, su impresionante convento de San Benito, su recinto amurallado... 


Flavia quedó fascinada por tantas maravillas, por las nuevas corrientes artísticas, por las tecnologías desconocidas para ella y por tanto cambio. Pero no vio rastro del puente de su padre, y se entristeció al pensar que se había arruinado y que nadie recordaba ya a su padre ni a la grandeza de su imperio.


Pero entonces, en la lejanía, vio una mole de piedra, digna y grandiosa: ¡era el puente romano! ¡el puente de su padre!


Se aproximó a verlo de cerca y le contaron que desde su construcción se habían restaurado y reconstruido varias veces algunos de sus arcos, tras ser derruidos en sucesivas guerras.


Y se alegró por el aprecio que el pueblo tenía a su puente, por el esfuerzo que ponían en conservarlo y por ver el sueño de su padre cumplido. 


Y así, pudo iniciar su viaje de regreso a la época imperial sabiendo que el puente de Alcántara, 19 siglos después, permanece impasible, majestuoso y eterno,... 


...como fluye el Tajo,...


...como brilla el sol. 

1 comentario:

  1. Hola, he dado una vuelta por el blog y facebook y me ha encantado 😍😍😍 es ideal, me gusta todo... pero lo que más ver a Nancy vestida de fallera, no le falta detalle. Un saludo.

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